lunes, 7 de marzo de 2011

Citizen Langlois. (Edgardo Cozarinsky). 1995. Francia

Henri Langlois fue una de las personas más importantes en la historia del cine, pero no fue un director ni un actor ni un productor, ni siquiera un fotógrafo o un músico de trayectoria. Sin embargo a él le debemos mucho, todos los que amamos el cine, todos los cinéfilos.
Cuando comienza Besos Robados o La Hora del Amor (Baisers Volés de François Truffaut, 1968) aparece un pequeño cartel de homenaje a Langlois que luego no tiene relación con el resto de la trama, pero que indica la relevancia que tuvo para uno de los mejores directores de la historia.
Él fue el creador de la Cinemateca Francesa (Cinématheque Française), fue el primero en percibir que las películas debían ser preservadas, guardadas y exhibidas. Que el cine es un arte que merece ser conservado y también mostrado a nuevos espectadores.
Antes de Langlois el delicado e inflamable celuloide se dejaba arruinar en algún húmedo sótano o se reciclaba para hacer esmalte para uñas.
Amaba el cine mudo, le parecía que el cine sonoro era una imperfección, en la que se mezclaban texturas que debían permanecer separadas. Comenzó a coleccionar películas en 1934, en su bañadera, luego con ayuda estatal pudo utilizar un edificio. Durante la Segunda Guerra Mundial tenía espías que trabajaban tratando de recuperar películas prohibidas por el régimen nazi, tanto él cómo sus colaboradores (en su mayoría mujeres) arriesgaban su vida para ocultar las cintas que lograban recuperar.
Pero cómo no solo las recuperaba, sino que también las difundía, comenzó a surgir un grupo de jóvenes que iba a la Cinemateca a ver todo lo que pasaba y a amar el cine. Fueron los primeros cinéfilos, que luego crearon la revista Cahiers du Cinema, la teoría del autor y que con el tiempo se convirtieron ellos mismos en grandes directores cómo el mencionado Truffaut más Rhomer, Rivette, Chabrol, Godard y otros muchos.
Para 1968, (año de la filmación de Besos Robados) Langlois ya era un personaje reconocido en el ambiente del cine, y esto le había creado tantos amigos cómo enemigos. Su defensa acérrima o mejor dicho su fanatismo para la conservación y exhibición de películas, ya causaba malestar en varias personas del gobierno de su país y del exterior y fue despedido. La gente salió a la calle a protestar y a exigir que lo reintegren a su trabajo. Lo consiguieron y Langlois se volvió un personaje famoso, que era visitado y respetado por muchos artistas de cine cómo Lilian Gish o Sir Alfred Hitchcock.
Hasta aquí llega el documental que había sido muy interesante y breve. De los años posteriores de él hasta su muerte no sabremos nada, por el contrario el documental comienza a indagar en la niñez de Langlois, se pregunta qué lo llevó, con sólo 20 años a querer conservar cosas viejas y desechadas por los demás. Aquí la película afloja muchísimo el interés, pues parece encontrar una causa psicológica a su comportamiento en algunas tragedias que pasó en la infancia y en realidad lo que hace es agregar un material que no suma nada, irrelevante y que casi anula la pequeña historia épica que nos habían contado durante la primera hora.
Debo confesar que llegué tarde a la proyección, por lo que me perdí una pequeña introducción y los títulos de inicio.
La música de Piazzola ayuda mucho a conseguir que surjan las emociones.
Buena.