lunes, 17 de agosto de 2009

Los hermanos corsos. (Gregory Ratoff). The corsican brothers. Estados Unidos. 1941.

En Córcega, el conde Franchi ha reunido a toda su familia, la razón es que está a punto de nacer su primer hijo, pero las cosas no salen nada bien, el hijo en realidad son dos hermanos siameses y el conde Colonna, enemigo de la familia, aprovecha la ocasión para invadir la residencia y matarlos a todos. Solamente el médico de la familia y un fiel criado consiguen escapar y se llevan a los niños quienes luego de una complicada operación (la película transcurre en el siglo XVIII) son separados no sólo por una porción de carne sino que serán criados en secreto por padres diferentes en ambientes completamente diferentes y lejanos hasta que cumplan la mayoría de edad, sin embargo hay entre ellos un vínculo misterioso, cuando Lucien (un educado caballero de París) tiene alguna sensación o emoción muy fuerte, Mario (un reconocido bandido de Córcega) las siente cómo propios. El reencuentro a los 21 años, la revelación de su verdadera identidad, y el anhelo de venganza los une en una relación que parece indestructible pero la carne es débil.
Si comencé esta nota con una reseña de la historia es porque no vale la pena detenerse en preámbulos más o menos sesudos, ni en la carrera del director ni en los actores ni en que está basado en un libro de Alejandro Dumas ni en sus logros cinematográficos o alguna otra característica especial, esta es una película muy llana, sin grandes escenas ni intrigas. Los dos papeles de Douglas Fairbanks Jr. son correctos y los efectos especiales de doble exposición son tan perfectos que ni siquiera llaman la atención (envidia deberían tenerles la gente de Transformers), creo que lo único destacable es Akim Tamiroff en el papel del Conde Colonna, que deja ver un perfil muy humorístico en su poder omnímodo y perverso, debajo de todos esos trajes caros no es más que un pobre gordo infelíz. Las escenas de acción simplemente surgen y se van cómo por arte de magia, sin mucho argumento y tampoco se destacan por sus coreografías ni su emoción.
A pesar de que tiene la originalidad de no seguir paso por paso todos los lugares comunes de las historias de aventuras y que termina bastante alejado del final feliz, el intento de indagar entre las relaciones entre hermanos, tanto las reales cómo las fantásticas, no consigue emocionar ni redondear todo lo que venía desarrollando y termina cómo comenzó, como una serie de viñetas forzadamente enganchadas sin sensaciones, emociones o carne que las una.

Un poco mejor que regular.

jueves, 6 de agosto de 2009

Búsqueda implacable. (Pierre Morel). Taken. 2008. Francia.

Comando.

Voy a tratar de ser tan breve y rápido cómo esta película: se trata de una trama vista cientos de veces, de acción vertiginosa y ultraviolenta, en la cual un padre, ex comando, debe rescatar a su hija que fue secuestrada por un grupo de trata de personas para prostituirla cuando se va de vacaciones a Paris.
Es realmente un acierto que el padre sea interpretado por Liam Neeson, un actor muy poco dúctil, alto y grande de cuerpo, y que parece poco ágil y con una expresión muy particular en el rostro, que siempre lo hace parecer infelíz, sin importar el personaje o la escena que esté haciendo. Aquí en ese gesto incluye también una gran dosis de furia que le da un aspecto temerario que lo hace perfecto para el personaje. Pero estamos hablando de una película tremendamente simple y lineal en la que cualquier escena es jugada prácticamente de la misma forma, y donde la gran velocidad y sadismo desatado no permite casi apreciar estos detalles.
Existen unas ideas bastante perversas detrás de la historia, el protagonista es el único que tiene la razón pero esta razón incluye las excusas para torturar y matar a cualquiera que se ponga en el camino, incluso personas que él sabe que son inocentes o al menos cuyos “pecados” no tienen que ver directamente con el secuestro de su hija. También es el único que tiene razón cuando piensa una sarta de boludeces sobre los viajes a Europa y le pone a la hija cientos de condiciones, que solamente en una película cómo esta pueden funcionar.
Lo único bueno es que no da tiempo para pensar en nada de lo que anoté más arriba y en otras cosas que se me puedan ocurrir más abajo. Su única intención es entretener y toda esta ideología defenestrable no tiene peso y termina siendo solamente una excusa para la acción.
Hecha por la misma gente que hizo El transportador 1 y 2 (Corey Yuen y Louis Leterrier respectivamente) con guión de Luc Besson, estas eran un intento bien logrado de películas de acción pura y sin pretensiones, en las que el protagonista tenía algunas características de super hombre, que le permitía pelear utilizando coreografía muy elaboradas y fantasiosas y sobre todo una ideología clara, en la que nunca recurría al sadismo. En cambio este personaje, a pesar de que jamás falla un golpe o un tiro, es mucho más humano, tiene familia y tristeza, sabe que es un hombre incompleto, sacrificado y lo único que quiere es recuperar el cariño de su hija que vive con su madre, vuelta a casar con un millonario.
Creo que ya conté suficiente. Esto no es 300 (Zack Zinder) en la que la ideología lo impregnaba todo, es solo una película pobre en la que la ideología es utilizada porque en realidad no supieron cómo hacer para sacársela de encima, lo único que querían es que disfrutáramos de la violencia. ¿Eso es bueno, no?

Aprobó con mínimo indispensable y tal vez hasta un poco menos.